Durante su relativa corta existencia, el Estado de Israel ha experimentado una enorme cantidad de guerras contra enemigos convencionales y asimétricos. En algunas de estas guerras, las Fuerzas de Defensa Israelí (IDF, por sus siglas en inglés) lograron demostrar un desempeño excepcional, particularmente en la Guerra de los Seis Días (1967) y la Guerra del Yom Kipur (1973).
Pero en otras ocasiones, especialmente a partir de la invasión a El Líbano en 1982, las IDF mostraron una creciente incapacidad para lograr objetivos militares tangibles que se tradujeran en victorias estratégicas.
En este sentido, de acuerdo con diversos analistas, pareciera que a partir de la década de los 80, las Fuerzas de Defensa Israelí comenzaron a enfrentar un Entorno Operacional cada vez más complejo, mismo que demandaba un enfoque militar totalmente diferente a lo ejecutado apenas la década anterior.
Para las fuerzas de tierra, la combinación de maniobra y poder de fuego ya no sería suficiente para enfrentar un enemigo asimétrico escurridizo, altamente móvil y con variados centros de gravedad (no todos tangibles, por cierto).
De hecho, puede argumentarse que las operaciones militares en 1982 en El Líbano provocaron dos grandes consecuencias: por un lado, sirvieron para echar por tierra el arte operacional tradicional israelí (basado en gran medida en el modelo alemán, por extraño que parezca) y, por el otro, pavimentaron el camino para que un grupo de jefes y generales iniciaran un proceso de reflexión intelectual sin precedentes, con miras a modernizar doctrina, diseño de fuerza y táctica.
Al inicio de los 1990s las IDF sabían que, para enfrentar con éxito enemigos como Hezbolá (asimétricos) y no quedarse atrás en los avances que significaba la Revolución de Asuntos Militares (RMA, Revolution in Military Affairs), era imperativo consolidar un centro de investigación que encarnara este proceso de reflexión intelectual.
El General Doron Rubin, jefe del Departamento de Entrenamiento y Doctrina de las IDF, llegó a la conclusión de que, tras el desastre en El Líbano, las constantes incursiones palestinas, la pésima preparación frente los ataques con misiles Scud desde Irak y el creciente poderío de Hezbolá, las Fuerzas de Defensa estaban “institucionalmente enfermas”.
Urgía un cambio.
Hacia 1995, el General de Brigada Shimon Naveh, recibió el encargo de formar el Instituto de Investigación de Teoría Operacional (OTRI, Operational Theory Research Institute), cuya mayor contribución -de acuerdo con el análisis de Raphael D. Marcus- sería el desarrollo del concepto de Diseño Operacional Sistémico (Systemic Operational Design).
La idea de desarrollar un nuevo Concepto Operacional israelí se forjó entre Shimon Naveh, la Universidad de Tel Aviv y el Departamento de Estudios de Guerra del Kings College, en Londres.
Lo anterior es de suma relevancia, pues ejemplifica cómo el trabajo conjunto entre las fuerzas armadas y la academia puede devenir en frutos verdaderamente positivos.
Sobre el concepto de Diseño Operacional Sistémico, Marcus lo resume como el “proceso de diseño de campañas que permite a los comandantes mapear y adaptar su entendimiento y respuesta ante un enemigo en constante evolución, utilizando la teoría de sistemas complejos…”.
Si bien el Diseño Operacional Sistémico tiene una fuerte influencia del esquema de John Boyd “OODA” (observe, orient, decide, act), lo cierto es que implica un proceso de diseño más completo e integral, pues considera al enemigo no como un ente homogéneo sino como un sistema.
Desde 1995 hasta 2005, el Instituto de Investigación de Teoría Operacional (OTRI) aportó enormes recursos intelectuales a las IDF, mismos que sirvieron de insumo para diversos cursos a nivel de Estado Mayor.
Desgraciadamente, debido a una serie de consideraciones de tipo político, el Instituto cerró sus puertas justo antes de la guerra de 2006 contra Hezbolá, donde por cierto no se siguieron las recomendaciones operacionales que sugirió el OTRI.
En este caso en particular, mientras que el Instituto había diseñado una campaña basada en la operación de fuerzas conjuntas, inteligencia y actividades de contra-subversión política, además del empleo tradicional del arma blindada desde dos frentes, el alto mando de las IDF decidió optar por un enfoque anticuado que terminó por fracasar.
El desempeño -nuevamente- ineficiente de las IDF en esta campaña fue indebidamente achacado al Instituto, lo que sirvió de pretexto para darle una estocada final.
Lo cierto es que el OTRI ya tenía enemigos dentro de las IDF desde mucho antes, en particular aquellos quienes veían al Instituto como un gasto innecesario de recursos y promulgaban el regreso al concepto operacional tradicional de los años 1960 y 1970.
Breve reflexión
El caso del OTRI debe ser estudiado como un claro ejemplo de la necesidad de pensamiento estratégico e innovador en las fuerzas armadas, sobretodo cuando la doctrina tradicional ya no aporta soluciones eficientes y realistas ante un nuevo Entorno Operacional.
Sin duda, para que un esfuerzo intelectual de esta naturaleza tenga éxito, es importante el liderazgo particular de quienes dirigen los estamentos de doctrina y educación dentro de los aparatos militares.
Son ellos quienes tienen la difícil tarea de evaluar -de manera constante y proactiva- si la naturaleza de los riesgos y amenazas que enfrentan las fuerzas armadas pueden seguir enfrentándose de la misma manera o si, por el contrario, es urgente desarrollar nuevos conceptos operacionales (incluso un replanteamiento total de la doctrina).
Sin embargo, como un buen amigo militar me lo ha dicho una y otra vez, “la inercia de la táctica es el peor enemigo del pensamiento estratégico”.
¿Están las Fuerzas Armadas de nuestros países desarrollando una cultura de pensamiento estratégico e innovador, en relación con la doctrina, conceptos, diseño de fuerzas y planeamiento?
Es pregunta.
La coyuntura geopolítica es el eje por donde debe enfocarse cualquier proyección estratégica… cuando se tiene a un gigante de vecino…