De la política y el mar

Al comienzo de la presente administración, todavía era difícil prever qué camino seguiría México con relación al mar. Hoy, aun en medio del desconcierto nacional -producido por una crisis económica que se acompaña de un ambiente político sumamente enrarecido y de una pandemia que no parece terminar- es posible dilucidar el rumbo que ha tomado nuestro país frente a los océanos que lo rodean, al menos en el futuro cercano.

Para poder entender esta dinámica, es necesario recordar que México posee un dominio marítimo que, por sí sólo, es mucho más extenso que su geografía interior. Los más de tres millones de kilómetros cuadrados de Zona Económica Exclusiva que nos rodean, presentan retos y oportunidades cuya dimensión es poco entendida tanto por la clase política nacional como por el público en general.

El reto de dimensionar correctamente este espacio político y de poder no es tarea fácil, incluso para quienes de una u otra forma se encuentran relacionados profesionalmente con los mares. Para un marino militar es sumamente complejo explicar a un político por qué es importante invertir en proyectos de construcción naval; pero también es igualmente difícil para un marino mercante convencer al estamento gubernamental de ampliar, modernizar e invertir en puertos eficientes que puedan conectar mejor a México con el mundo.

Después de todo, por los océanos navega el 90% del valor del comercio mundial y, para una nación como la nuestra, que es parte de la cadena global de suministro, darle la espalda al potencial marítimo es simplemente una estupidez de proporciones mayúsculas.

Desde mi perspectiva, me parece que México vive un proceso de transición política con relación al mar ciertamente sui géneris. Intentaré explicarme.

Comúnmente, cuando una nación comienza a desarrollar una mayor cultura marítima, se construye una gran visión política sobre el uso del mar. A partir de esa discusión político-estratégica, los países definen cursos de acción específicos que le dan “materialidad” a dicha visión. 

El caso alemán a fines del siglo XIX es un buen ejemplo de este proceso. En este sentido, la relativamente nueva nación alemana comprendió que, en aras de equiparar su poder nacional con aquel de Inglaterra, debía invertir tiempo y dinero en el desarrollo de capacidades marino-mercantes y navales (militares). 

Los estudiosos de este proceso suelen centrarse en el impresionante desarrollo naval alemán bajo la tutela del Almirante Alfred von Tirpitz, pero olvidan lo más importante: antes de que Alemania comenzara dicha carrera, Tirpitz tuvo que enfrascarse en incontables discusiones políticas y negociaciones para convencer al estamento político y académico de la relevancia del poder marítimo en su conjunto.

Como lo analiza magistralmente Gary E. Weir en su obra “Building the Kaiser’s Navy”, fue una tarea de convencimiento que prácticamente necesitó de su propia estrategia de comunicación, antes de que el primer astillero en Kiel comenzara a ensamblar el primer buque.  

Es decir, el desarrollo marítimo -vaya, la explotación de las posibilidades que brindan los mares y su protección naval- vienen preferiblemente después de un proceso de negociación política y discusión al más alto nivel…..y no al revés.

Comento esto porque, regresando al caso mexicano, me parece que estamos experimentando un proceso a la inversa: antes de una discusión amplia y abierta sobre el tema, se están tomando decisiones y acciones específicas que, aun cuando las considero entendibles y justificadas, corren el riesgo de no ser socializadas.

Desde mi perspectiva, si se desea ampliar la cultura marítima de una nación como la nuestra, profundamente volcada a sus problemas internos, es prioritario impulsar una estrategia de concientización (yo la llamo “political sea awareness”) que incluya a los diversos estamentos institucionales relacionados con el mar: primeramente, y como centro de gravedad, a la Secretaría de Marina; pero también a los universidades y “tanques de pensamiento” civiles, empresas del sector marino-mercante y de construcción naval, operadores de puertos y organizaciones sociales serias.

Como resultado de este diálogo, México podría contar en el futuro con una política marítima que aborde los dos grandes aspectos del mar: lo económico-comercial, y lo naval-militar.

Como dejó en claro el pensador y militar prusiano Clausewitz hace más de un siglo y medio, la política (o lo político) define a la estrategia. Yo agregaría que lo político se construye, al menos en nuestro tiempo, tras un proceso de diálogo inteligente y abierto.

Si esta administración federal decide no invertir en el desarrollo del sector naval y marino, pero al menos logra sacar adelante una gran visión política sobre el mar, el saldo será positivo. 

Si, por el contrario, se olvida al sector por completo y tampoco se avanza en la definición de una política marítima, habremos perdido no sólo seis años, sino una oportunidad histórica.

Y México no está para seguir perdiendo tiempo.

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One thought on “De la política y el mar

  1. MUCHAS VECES SE HAN ESTABLECIDO LAS POLÍTICAS HACIA EL MAR, CONSIDERO QUE ENTRE LAS MAS IMPORTANTES FUE LA DEL PRESIDENTE ADOLFO RUIZ CORTINES, QUIEN INICIO LA MARCHA AL MAR, NUESTRA MARINA MERCANTE ENTONCES COMO DEPARTAMENTO DE MARINA MERCANTE EN LA SEMAR, INICIO UN CRECIMIENTO CONSTANTE Y SE VEIA LA BANDERA MERCANTE NACIONAL EN LOS PRINCIPALES PUERTOS INTERNACIONALES, HASTA QUE A ALGUIEN SE LE OCURRIO IMPONER UN IMPUESTO DEL DOS POR CIENTO AL ACTIVO EN TODA LA INFRAESTRUCTURA MARITIMA NACIONAL, ACABANDO CON LA MARINA MERCANTE EN SU TOTALIDAD PUES NI LOS ARMADORES NI LOS NAVIEROS AGUANTARON EL SANGRADO ECONOMICO, CREO AL IGUAL QUE TU MI ESTIMADO CHRISTIAN QUE SE PUEDE ESTABLECER UNA POLITICA MARITIMA QUE DE PASSO AL DESARROLLO COMPLETO DE NUESTRO PODER MARITIMO, TANTO EN LA MARINA COMERCIAL, COMO EN LA MARINA DE GUERRA.

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