Navegando entre el pasado y el futuro

Hace algunos días, en vísperas de la inminente reunión de la CELAC en Palacio Nacional, una parte del estamento político mexicano elevó el tono político contra Washington; había que preparar el terreno para lo que vendría después. De la mano de un discurso anticuado, con calificativos y conceptos que parecían sacados de un manual setentero, se utilizó la vieja  fórmula que marcó la política exterior mexicana en la Guerra Fría: el norte (malo) contra el explotado sur (los buenos); la necesaria “unión” de los pueblos latinoamericanos frente al “opresor”; el supuesto respeto a la autodeterminación de las naciones (pretexto para evitar que de fuera nos señalen nuestros errores); el producir en “casa lo que en casa se consume”; el respeto a nuestra soberanía contra el imperialismo; y demás arengas ya conocidas.

Al mismo tiempo, casi dos mil millas náuticas al sur, la fragata mexicana ARM Juárez (antes ARM Reformador) cruzaba la Línea del Ecuador en su viaje al Perú, para tomar parte de los ejercicios navales internacionales más antiguos del mundo: UNITAS, en su versión 2021. Ahí, donde la vastedad del mar obliga a los marinos a situarse espacial y temporalmente más allá de su momento, la necesidad de desarrollar un pensamiento estratégico es constante. 

En el mar, no hay lugar para voltear al pasado, mucho menos quedarse atrapado ahí. No por nada, la revolución en el pensamiento estratégico de fines del siglo XIX y principios del XX se dio de la mano de teóricos sobre el poder marítimo, y no terrestre. (McCranie, 2021).

¿Pero qué tiene que ver el paso de una fragata -la más moderna de América Latina, por cierto- hacia el Perú, con los discursos de política exterior emanados desde Ciudad de México? Mucho, e intentaré explicarme.

Las fuerzas militares en general, y las fuerzas navales en particular, deben entenderse como instrumentos de política exterior. En ese sentido, las misiones de las armadas en tiempos de paz contribuyen a la protección de los intereses marítimos nacionales, pero también juegan un papel vital en el mantenimiento de la seguridad global. Es decir, las misiones navales, fuera de aquellas relativas a la guerra, cumplen un doble propósito: por un lado, comunican al mundo la visión de un país hacia sus vecinos, la región y el concierto internacional; y por el otro, previenen tensiones en el sistema internacional mediante la cooperación, el intercambio y la ayuda humanitaria.

Por ello, la participación de buques mexicanos en ejercicios navales internacionales reviste de una gran importancia. UNITAS 2021 es un escenario fundamental para que México exprese a la región su visión exterior, al tiempo de forjar alianzas que fortalecen esquemas de cooperación necesarios para enfrentar, de manera conjunta con nuestros vecinos, las amenazas y riesgos del presente y del futuro.

La dicotomía entre un discurso de política exterior ciertamente anticuado, al mismo tiempo en el que enviamos uno de nuestros mejores sistemas de armas para fortalecer la cooperación internacional, es resultado de un México que no ha definido aun cómo se percibe frente al futuro. Hablamos de dos “Méxicos” casi contrapuestos: por un lado, la vuelta a un modelo del pasado que servía para nivelar las presiones propias de la Guerra Fría, pero que ya no responde al mundo actual. Por el otro, un México moderno que entiende que debe ser más asertivo, participativo y propositivo en el escenario global.

Ojo, no es nuevo que México participe en este tipo de ejercicios, lo viene haciendo prácticamente desde hace más de 20 años, pero con mayor intensidad y variedad en los últimos 10. Se trata pues, de una tendencia que va más allá de coyunturas políticas y que refleja una continuidad en la doctrina naval mexicana.

Si uno revisa a profundidad las tendencias en el escenario regional e internacional, fuera de la niebla del discurso político del momento, dará cuenta de que el siglo XXI tiene una naturaleza marítima preponderante. Alguien dijo alguna vez que “todos los siglos son siglos marítimos”, lo cual es relativamente cierto. Desde la antigüedad, el mar ha sido un factor determinante en el desarrollo -y caída- de imperios y naciones. Pero nuestro siglo lo es aun más: el 90% del comercio global se mueve por mar; buena parte de las comunicaciones internacionales sucede a través de los cables submarinos; el crecimiento poblacional incide en una urbanización alrededor de ciudades costeras; y por último, y quizás más importante, el cambio climático tiene en el mar al gran catalizador de desastres naturales sin precedentes.

Mantener la estabilidad y libertad de navegación en los mares ya no es una cuestión privativa de las grandes potencias, sino prácticamente de todos los países del mundo. O lo que es lo mismo: la seguridad marítima (maritime security) es tarea de todos, incluyendo México.

A lo anterior, habría que agregar el cambio del eje geopolítico mundial de Occidente a Asia. En los últimos 20 años, como lo retrata de manera magistral David Kilcullen en su libro The Dragons and the Snakes (2020), mientras Estados Unidos y Europa se distraían en reconstruir naciones y pelear contra enemigos invisibles, China y Rusia avanzaron lentamente en el desarrollo de capacidades militares de forma sutil. El resultado es un Teatro Indo Pacífico donde Occidente quedó mal parado, aun cuando por esa región transita más de la cuarta parte del comercio mundial. La firma del tratado AUKUS es una respuesta, a caso tardía, para nivelar la balanza frente a una China que aspira a ser, en 2049, la primer potencia económico-militar del globo.

Ante estos escenarios, por más que algunos quieran regresar al pasado mediante discursos y conceptos ya superados, México no tendrá más opción que seguir el camino de la cooperación internacional, la construcción de alianzas y el desarrollo de capacidades a la altura de una nación con 11 mil kilómetros de costas, 3 millones de kilómetros cuadrados de dominio marítimo y profundamente ligada al comercio mundial.

El ARM Juárez y su participación en UNITAS 2021 no es únicamente una buena oportunidad para actualizar doctrinas operacionales y evaluar capacidades de sistemas de armas.

Creo que, más allá de eso, es una apuesta estratégica por el futuro.

Imagen: https://www.damen.com/en/news/2019/12/sea_trials_of_damen_mexican_navy_frigate_complete

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