Cuando la actual administración federal entró en funciones, allá por diciembre del 2018, todavía era un misterio hacía dónde se conduciría el nuevo gobierno con relación al mar. De manera más puntual, en lo que hace a la Armada de México, había voces que consideraban que esta importante institución vería un incremento en sus proyectos de construcción naval, al ser éstos generadores de empleo e imanes de tecnología, para zonas del país profundamente necesitadas. Sobra decir que Salina Cruz, donde se encuentra el más importante astillero de Marina, es una de las regiones más atrasadas de México en cuanto a desarrollo económico se refiere. Era natural, pensaban algunos, que la llegada de un gobierno que buscaba impulsar al sureste se apoyaría en aquellos proyectos -ya existentes- que detonaran crecimiento en dicha zona.
Otros, los más, pensaban que la Armada entraría en una especie de encrucijada estratégica, donde su evolución doctrinal y capacidades se verían detenidas por completo, ante la llegada de otras prioridades administrativas. La recién formada Guardia Nacional, un cuerpo de seguridad emanado de las Fuerzas Armadas, reclamaría enormes recursos -tanto humanos como financieros- dejando de lado cualquier posibilidad de avanzar proyectos que apuntaran en otra dirección. Por otro lado, al ser la Armada la institución militar más enfocada al exterior, por su propia naturaleza e historia, era lógico pensar que un gobierno como el actual, profundamente centrado hacia el interior y con poco interés en los asuntos allende nuestras fronteras, relegaría a la Armada -o a la Secretaría de Marina, más concretamente- a un lugar menos estratégico.
Y así fue.
A cuatro años de la actual administración, todos los proyectos de construcción naval se han detenido por completo. No sólo el desarrollo del proyecto POLA -el más avanzado en su tipo en América Latina, por cierto- sino también aquellos esfuerzos mantenidos desde fines del siglo pasado, en cuanto al reemplazo de buques viejos por Patrullas Oceánicas y Costeras. La adquisición de Patrullas Interceptoras, profundamente necesaria para sustituir las primeras generaciones Polaris, también fue descartada por completo. Como menciona correctamente Íñigo Guevara en su más reciente paper, pasamos de una visión de modernización de capacidades de defensa a una de apoyo a los proyectos emblemáticos de la administración en turno.
En todo caso, como mencioné hace un par de años, los analistas en la materia debiésemos poner atención a dos variables clave, a fin de determinar el rumbo en el corto y mediano plazo de la Armada: el devenir de la construcción naval (proyectos POLA, Oaxaca, Stan Patrol, etc) y la participación en ejercicios internacionales. En este sentido, es positivo señalar que la segunda variable se ha mantenido intacta, lo que debe destacarse. Al momento de escribir estas líneas, dos naves mexicanas (la ARM Juárez y el buque ARM Usumacinta) ondean nuestra bandera en el ejercicio naval más importante del mundo: RIMPAC. Algunos meses antes, la Armada también participó en TradeWinds y UNITAS, refrendando el profesionalismo de nuestros marinos y la capacidad de entrenar conceptos operacionales y tácticas junto a las más avanzadas marinas del mundo.
De tal suerte que, cuando esta administración termine oficialmente -soy de los que cree que ya se terminó, al menos en sus posibilidades políticas- la SEMAR terminará con un saldo intermedio: su participación continua en ejercicios internacionales es una gran noticia, que no debe soslayarse; pero le costará mucho tiempo y recursos recuperarse de la suspensión de los programas de construcción naval que tanta urgencia merecen.
De manera que, a partir de diciembre de 2024, estos serán los retos que enfrentará, al menos desde mi perspectiva, una de las instituciones más serias y consolidadas del Estado Mexicano:
En el corto plazo (1-2 años):
- Retomar el proyecto POLA, valorando si el número total de unidades (8) es consecuente con los retos de defensa y seguridad marítima que enfrentará nuestro país en las siguientes décadas.
- Retomar y acelerar la construcción de Patrullas Oceánicas y Patrullas Costeras, a fin de avanzar en la consolidación del componente de Guardia Costera, piedra angular de la función constabularia de nuestra Armada y de nuestro Concepto Operacional.
- Dotar de personal y recursos suficientes a las áreas encargadas de puertos, una función recuperada por la Secretaría de Marina pero que demanda de un esfuerzo presupuestal inmenso.
- Organizar la totalidad de un ejercicio naval internacional en aguas y costas mexicanas.
- Apoyar de manera decidida el desarrollo de tecnología propia, a través de UNINDETEC y, por qué no, de alianzas con el sector privado nacional e internacional.
- Ampliar la cooperación entre el ININVESTAM y organismos académicos nacionales e internacionales, a fin de consolidar a dicho Instituto como vanguardia nacional de pensamiento estratégico –con énfasis en talasopolítica.
En el mediano plazo (2-6 años)
- Construir y publicar una Política Marítima de Estado, que abarque las dos aristas del Poder Marítimo: la económica y la militar. Dicha Política deberá definir a la Secretaría de Marina como cabeza de su implementación, pero habrá de construirse en conjunto con los demás actores del Estado cuyas funciones o atribuciones se relacionen con el mar. Esta Política deberá entenderse como el instrumento que guiará a todo el sector marítimo mexicano hacia el siglo XXI, donde el aprovechamiento económico del mar deberá ir de la mano de un poder naval a la altura de una nación con el peso geopolítico de México. Nuestro país ha caminado ya hacia un modelo naval posmoderno, y esta Política deberá consolidarlo.
- Publicar una Estrategia de “Maritime Security” (Protección Marítima, según nuestra doctrina), donde se establezca una Agenda de Riesgos Marítimos, Amenazas a la Protección Marítima (piratería, terrorismo, tráfico de drogas, pesca ilegal); los mecanismos de colaboración con el sector privado y comunidades costeras. Es importante mencionar que, tomando como ejemplo las Estrategias en la materia de otras latitudes (ver EU Maritime Security Strategy, UK National Strategy for Maritime Security y Indian Maritime Security Strategy), un documento de este tipo tiene una naturaleza geopolítica detrás: deberá definir, de forma clara y abierta, el espacio marítimo de interés para México (o lo que yo llamo Maritime Vital Space).
- Determinar la ruta de reemplazo de los buques LST Clase Newport, de cara a la consolidación de las capacidades anfibias y de transporte en las Fuerzas Navales.
Aprovechemos este documento para comunicar a la región y al mundo que México es un país marítimo, a la altura de su responsabilidad como garante de mares estables y seguros.
Sin duda existen otras tareas y áreas de oportunidad que habrán de evaluarse a partir de la siguiente administración; algunas de ellas relacionadas con incrementar la inter-operatividad entre Marina, Ejército y Fuerza Aérea (¿por qué no avanzar a un Estado Mayor Conjunto?), consolidar una Subsecretaría de Asuntos Marítimos; revalorar la estructura y funcionamiento a nivel de Suboficiales (NCOs); incrementar los sistemas MDA, particularmente en su componente aéreo; avanzar en la modernización de las capacidades de Infantería de Marina, y un largo etcétera.
Pero los puntos arriba mencionados son sólo un esbozo de aquello que urge y que puede implementarse con audacia y constancia.
Sigo pensando que el futuro de México está en el mar, y entre más pronto lo reconozcamos como nación, mejor.
Foto: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Pacific_Ocean_-panoramio%2810%29.jpg
Funciones de ejercicio del estado de derecho en la mar y la defensa marítima del territorio (cuáles recursos humanos, materiales y financieros de SEMAR consolidarán cada uno de esas funciones)