Recientemente, Colombia anunció que había escogido a DAMEN como socio principal para el desarrollo de una nueva clase de fragatas, dentro del programa Plataforma Estratégica de Superficie (PES). La noticia es excelente para aquel país sudamericano, pero es una llamada de atención para la nación mexicana.
Vamos por partes.
De acuerdo con el comunicado oficial del Gobierno Colombiano y el astillero, el modelo escogido sería la Clase Sigma 10514, de la cuál habrían de construirse entre 4 y 6 unidades para suplir las 4 fragatas Clase Almirante Padilla con ya 40 años de servicio a cuestas. Las Sigma, en sus diferentes versiones, son buques que ya navegan los océanos bajo el pabellón de las marinas mexicana, marroquí (10513) y de Indonesia, por lo que Colombia se decantó por un astillero -y un modelo- que ha arrojado experiencias en construcción naval modular y transferencia de tecnología de las cuales se puede aprender errores y aciertos.
En este sentido, dada la cercanía entre Colombia y México, es precisamente nuestro país y su experiencia con DAMEN quién puede servir de ejemplo más cercano de cómo un proyecto de construcción naval ambicioso puede verse afectado por factores políticos, más allá de sus evidentes bondades en materia de capacidades navales, generación de empleos, cadenas de valor y proveeduría, etc.
Es por todos conocido que México, durante la administración anterior, desarrolló su más ambicioso proyecto de construcción naval militar en la historia, el proyecto POLA (Patrulla Oceánica de Largo Alcance). Ya se ha escrito mucho sobre este proyecto, cuyo objetivo fue la construcción de 8 fragatas multi-propósito clase Sigma 10514 y del cual sólo se terminó un buque, el ARM Reformador (rebautizado como ARM Juárez) que navega sin la totalidad de sus capacidades originalmente planeadas.
No entraré aquí en detallar las características particulares de la POLA mexicana, sino en resaltar que nuestra experiencia debe ser tomada en cuenta por los amigos colombianos: el mayor riesgo para todo proyecto de defensa de gran escala no es tecnológico ni económico, como algunos pudieran pensar, sino político.
La historia nos arroja varios ejemplos de cómo los más exitosos proyectos navales han visto la luz cuando los estamentos naval y político navegan en un mismo sentido estratégico. Esa “unidad de esfuerzo” existió en la Alemania de fines del siglo XIX con el Almirante Tirpitz, en la URSS del Almirante Gorshkov durante la década de 1970 y en la China del Almirante Liu Huaqing, en la década de 1980; y lo seguimos viendo hoy, en los casos de Turquía y su enorme avance naval bajo el concepto de la Patria Azul, o con la India actual, que camina hacia consolidarse como una de las potencias navales del siglo XXI.
¿Pero cómo lograr que los estamentos político y naval colaboren hacia un mismo sentido estratégico? Respuestas hay muchas, pero analizando los ejemplos anteriores, resalto dos elementos principales: por un lado, los proyectos navales de largo aliento deben entenderse como proyectos políticos, lo que implica que deben ir acompañados de una estrategia sutil de convencimiento constante hacia los diversos liderazgos políticos implicados. El político debe tener claros los beneficios, para su propia carrera, de sumarse a un proyecto naval de este tipo. Así lo fue en todos y cada uno de los casos que mencioné con anterioridad.
Por el otro, todo proyecto de construcción naval de largo aliento (estratégico) debe buscar la generación de alianzas locales, particularmente en lo que hace a la inclusión de otros gremios industriales. Entre más alianzas genere dicho proyecto, más actores -con peso político en sus regiones, por cierto- lo defenderán.
En el sentido anterior, la generación de clusters y el desarrollo de proveeduría local y regional es un factor fundamental para el éxito futuro del proyecto.
Desde mi perspectiva, y admito que puedo estar errado, estos dos elementos estuvieron relativamente ausentes en el caso del proyecto POLA mexicano. O en el mejor de los casos, pudieron impulsarse más agresivamente. El tiempo dirá si México retoma la construcción de las 7 fragatas restantes, pero mientras eso sucede, nuestra experiencia bien puede servir a los hermanos colombianos para apuntalar el éxito de su Plataforma Estratégica de Superficie.
Por el bien de la gran nación colombiana, les deseo el mayor de los éxitos en uno de los proyectos navales más ambiciosos de la región (a la par del programa Tamandaré de Brasil, y de los programas inminentes de sustitución de buques en Chile y Perú).
En lo que hace a México, deseo que la próxima administración retome el camino de la construcción naval (POLA-FF, OPVs y CPVs) que tanto urge a nuestra nación. Los factores de éxito que mencioné arriba, y que provienen de las experiencias históricas de varias naciones, bien pudieran servirnos de soporte.
El tiempo dirá.
Foto: tomada de DAMEN